No seré yo esa persona que ensalza el agua del grifo de Madrid como si fuera el dulce néctar de los dioses, pero es verdad que haber vivido en la capital casi toda mi vida me hacen rechazar el agua mineral por pura lógica. ¿Pagar por un plástico? ¿Pagar por transportar agua en camiones? ¿Pagar a una gran compañía por explotar acuíferos subterráneos o manantiales? No lo veo. El acceso al agua es un derecho humano, no debería ser una mercancía, pero ese es otro tema.
Cada minuto se compran en todo el mundo un millón de botellas de plástico.